domingo, 9 de agosto de 2009

El Estado NAZIonalSIONISTA De Israel (Parte 1)

Efectivamente, existen paralelismos entre la limpieza étnica que está llevando a cabo el Estado de Israel en Palestina, y la que en su día realizó el III Reich para librar el sagrado suelo alemán de toda contaminación no-aria o indeseable.El sionismo necesita, para ver cumplida su pretensión de establecer un estado judío en Palestina, que no exista población árabe.
Esto puede llevarse a cabo de dos formas: por la ocupación y la expulsión de los palestinos a campamentos de refugiados en países vecinos (Líbano, Jordania, Siria, provocando un vuelco demográfico y político que ha sido origen de no pocos conflictos en esos países), o dentro de las mismas fronteras del Estado de Israel (lo que ellos consideran que son sus fronteras, que es la totalidad de Palestina).



Viendo que la guettización de la población palestina (Gaza era considerada una olla a presión, un desastre humanitario por las Naciones Unidas, allá por verano) sólo traía más violencia, el sionismo ha tomado el otro camino posible para eliminar de Palestina a los palestinos, y poder construir por fin su Tierra Prometida: el exterminio. Es lo que hemos estado viviendo estos días. Mil quinientos muertos en tres semanas entre el millón y medio de habitantes que tiene la franja de Gaza, supone una tasa de mortalidad altísima, una verdadera masacre.

Podemos afirmar que la agresión de Israel al pueblo palestino supera en criminalidad al comportamiento que tuvo el régimen nazi con los judíos europeos HASTA Enero del 1942, momento en el que el se desarrolló la "solución final" a la "cuestión judía": el exterminio masivo, industrializado, el asesinato en serie de las tres cuartas partes de la población judía en Europa.


Pero hasta ese momento, desde que en 1933 Hitler fuera nombrado Canciller, hasta la conferencia de Wannsee en el 42, los crímenes contra la población judía en Alemania y territorios ocupados (muy especialmente Polonia, donde vivía una extensa comunidad judía) no son comparables, en número y gravedad, como los que ha llevado a cabo el Estado de Israel contra la población árabe oriunda de Palestina desde su misma creación, en 1948.Hasta entonces, los alemanes se limitaron a una política de detenciones y asesinatos selectivos llevados a cabo por los Einsatzgruppen, así como operaciones de castigo contra la población civil como fusilamientos en masa. En cualquier caso, su extensión y números de crímenes fue muy inferior al balance que ya acumula el Tzahal.
Por poner un ejemplo, la trístemente famosa noche de los cristales rotos (Kristallnacht), fueron asesinados unos 150 judíos, y unos 25.000 fueron deportados a campos de concentración. Como vemos, nada que ver con los 1.500 muertos palestinos, más de 5.000 heridos, y millón y medio de palestinos que viven encerrados en el guetto de Gaza.

Relacionar el nazismo con el sionismo no es una afirmación gratuita: ambos buscan la supremacía de una "raza" y su imposición en un territorio al que tienen derecho por cuestiones sobrenaturales. Para ello, recurren a un belicoso expansionismo basado en una sociedad civil militarizada y acciones de limpieza étnica, deportando y encerrando en guettos a la población atóctona para construir sobre esos crímenes, en un caso, el sueño pangermánico de Großdeutschland y, en el otro, la promesa bíblica de Eretz Israel.

Insisto: la diferencia entre sionismo y nazismo, son los hornos crematorios. Pero hasta 1942, los alemanes se comportaron bastante mejor con los judíos que éstos lo están haciendo con los palestinos.En algún momento el sionismo tendrá que decidir qué solución tomar con los habitantes de sus guettos. O los extermina, o renuncia a la ocupación y se repliega a las posiciones concedidas por la ONU en 1947, es decir, el 55% de Palestina (y no la línea verde de 1968, con el 75% de territorio ocupado). Mientras que el sionismo no comprenda que su fin último sólo puede ser conseguido mediante la construcción de hornos crematorios, y esté indeciso teniendo a una población hacinada y secuestrada en su propia tierra, este problema continuará. Habrá que tomar una decisión, como la tomaron las autoridades nazis en el 42.
O los exterminan, o los expulsan, o renuncian a su propósito.Hay que recordar que en la idea del nazismo no estaba implícito el exterminio, sino la expulsión de los judíos europeos a...su lugar ancestral de origen: Palestina. El exterminio vino después, ante la imposibilidad de llevar a cabo tal deportación. Por lo tanto, también en lo referente a la cuestión judía, nazismo y sionismo coinciden: la emigración (voluntaria o forzosa, ahí está la diferencia) de los judíos de Europa y del resto del mundo a "su lugar en la Tierra", Israel.

El Estado NAZIonalSIONISTA De Israel (Parte 2)


A continuación una seria de imágenes que hablan por sí solas NOTA: algunas imágenes son muy crudas

Las imágenes a blanco y negro corresponden a la época del Nazismo en Europa, las imágenes a color corresponden a la situación que desde más de hace más de 60 años están sufriendo los palestinos en manos de los nuevos NAZIS, los NAZIonalSIONISTAS




























A todas estas ¿Cuál es la diferencia entre el NAZISMO y el SIONISMO?

Extraido de: http://lamiradadelmendigo.blogspot.com/2009/01/el-estado-nazi-de-israel.html


Antisionismo no es antisemitismo

(Por Ezequiel Adamovsky, historiador e investigador de CONICET)

En estos días, una acción de una agrupación de izquierda en denuncia a los crímenes del Estado de Israel fue presentada en los medios como una “agresión antisemita” o “antisionista”, como si ambos términos fueran sinónimos. Fue evidente la intención de los diarios y canales de TV de presentar a la izquierda en general como “antisemita” y violenta, sin la menor preocupación por contrastar la dudosa información que se filtró inicialmente. No puede aceptarse esta igualación, que muchos defensores de Israel pretenden imponer para silenciar cualquier crítica. La izquierda tiene una larga tradición de rechazo al sionismo y, al mismo tiempo, de defensa de los judíos contra toda discriminación. Nadie como la tradición de izquierda defendió y acogió en su seno a los judíos. La historia aporta muchos ejemplos.


Hacia fines de la década de 1920 el Partido Comunista en Argentina tenía una importante proporción de afiliados judíos, que en Capital superaban el 14% (ninguna otra fuerza política podía mostrar en esa época un porcentaje similar). Los comunistas controlaban por entonces varios sindicatos de gremios en los que la mayoría de trabajadores eran judíos, como los de sastres, parquetistas, gorreros y panaderos israelitas. Obreros judíos animaban una Sección Judía del PC, que editaba periódicos y revistas en idisch de amplia circulación. Crearon además numerosas escuelas de expresión idish y otras entidades de apoyo a los judíos de todo el mundo. En los actos y conferencias partidarias el dirigente Máximo Rosen solía dar sus discursos en esa lengua, un signo de amistad hacia los judíos que ninguna otra fuerza acostumbraba mostrar. Ellos, sin embargo, estaban convencidos de que el sionismo era una forma de nacionalismo agresivo emparentada con el fascismo y el imperialismo. Por eso, el apoyo a los puntos de vista del PC palestino y la lucha contra el sionismo fueron preocupaciones centrales de las organizaciones de los judíos comunistas argentinos en esos años, que en varias ocasiones se enfrentaron incluso físicamente con los que pertenecían a organizaciones sionistas, a los que veían como enemigos. En una publicación de 1929, por ejemplo, se refirieron a ellos con los términos más duros:



[L]os ‘fascistas sionistas’ se reagrupan llevando la ofensiva de brutales provocaciones a los camaradas comunistas, y escudados en el sentimiento nacionalista arraigado en la mentalidad de ciertas capas de obreros israelitas, continúan su labor de engaños y sofismas, de colectas por las cuales esquilman desde hace cuarenta años el bolsillo de los crédulos, y llevando a cabo la propaganda castradora y chauvinista al seno de las masas judías. (Véase H. Camarero: A la conquista de la clase obrera: los comunistas y el mundo del trabajo en la Argentina 1920-1935, Bs As, Siglo veintiuno, 2007, p. 311)



Si los judíos comunistas de entonces hubieran tenido la ocasión de ver la violencia que el Estado de Israel ejercería mucho después contra los palestinos, el racismo abierto que profesan algunos de los líderes israelíes hoy en el gobierno y su íntima alianza con las tropelías del imperialismo norteamericano en Medio Oriente, no caben dudas que habrían visto confirmados sus peores pronósticos.

La reciente difamación de la prensa no es un hecho puntual: forma parte de una verdadera campaña. En los últimos meses en varias ocasiones los representantes de las organizaciones más importantes de la comunidad judía han denunciado supuestos “brotes antisemitas” en Argentina. Que el antisemitismo existe y debe ser combatido, no cabe ninguna duda. Pero no ayuda a ello el uso político que de este tema realizan quienes apoyan las políticas israelíes. El mote de “antisemita” se viene usando con creciente intensidad con la sola finalidad de silenciar a aquellos que se atreven a criticar las injusticias que el estado de Israel viene cometiendo contra los palestinos. Es vergonzosa en este sentido la actitud del INADI de convalidar ese uso, confirmando la sospecha de “antisemitismo” que las organizaciones por-israelíes pretenden echar sobre todos los que no están de acuerdo con su línea política. La parcialidad de su titular, María José Lubertino, contrasta con la buena labor que viene realizando en otras áreas, y no es casual. En enero de este año tuvo el atrevimiento de acusar a Israel de “violar el derecho internacional” con su invasión a la Franja de Gaza, una afirmación de sentido común por la que, sin embargo, recibió durísimos ataques de los líderes de las entidades representativas de la colectividad judía y también del Jefe de Gabinete. Tras el incidente, que casi le cuesta su cargo, Lubertino parece haber aprendido la lección: no se puede ir en contra de la política del sionismo sin exponerse a serias consecuencias.


Son sin embargo cada vez más los judíos que comprenden que el legado cultural milenario de un pueblo no puede atarse a los intereses de un estado militarista. Prominentes intelectuales como Naomi Klein vienen denunciando un nuevo “apartheid” contra los palestinos y llamando a un boicot contra Israel. Incluso rabinos y soldados israelíes han hecho pública su oposición. Pero además se han hecho oír voces de hartazgo frente a la manipulación de la denuncia “antisemita” y de la memoria del Holocausto. Sir Gerald Kaufman, miembro del Parlamento británico, se quejó públicamente de que el gobierno israelí “explota cínicamente el sentimiento de culpa que hay entre los cristianos por la masacre de judíos durante el Holocausto”, con el sólo fin de “justificar el asesinato de palestinos”. Su voz se suma a la de otros, como la del filósofo Michael Neumann, que viene protestando por lo mismo desde hace años. Para Neumann resulta un “escándalo” la atención que recibe el problema del antisemitismo en relación con otras formas de racismo de igual o mayor importancia. Más aún, opina que, teniendo en cuenta que quienes defienden la causa israelí sistemáticamente la relacionan con la identidad judía, no es sino comprensible que haya reacciones antijudías como parte del rechazo de la política del sionismo. Tanto Kaufman como Neumann son descendientes de víctimas del nazismo. En Argentina son varios los que alzaron su voz contra el uso político de la memoria de los sufrimientos del pueblo judío. Entre otros, lo hizo Laura Ginsberg, familiar de una víctima del atentado a la AMIA. Más recientemente lo han hecho Néstor Kohan y el grupo “No en Nuestro Nombre”.


Es preciso reconocer que la forma más preocupante y extendida de discriminación a nivel global no es hoy la que afecta a los judíos. Los árabes y musulmanes vienen siendo objeto de ataques de odio racial en numerosos países. Los prejuicios antimusulmanes son moneda corriente en la cultura de masas (basta ver la cantidad de films en los que se los relaciona con la irracionalidad y el terrorismo). El racismo antiárabe está arraigado en la propia sociedad israelí. Como informó la BBC en 2007, encuestas llevadas a cabo entre jóvenes de ese país mostraron que un 75% opinaba que los árabes eran menos inteligentes y más “sucios” que otros pueblos. Indudablemente, la tolerancia que la opinión pública internacional viene mostrando frente a las sistemáticas violaciones de derechos humanos que afectan a musulmanes se explica en buena medida por esos prejuicios.

En el mundo de Guantánamo y Abu Ghraib, de las cárceles clandestinas de la CIA en Europa y del fósforo blanco cayendo sobre niños en Palestina, combatir el racismo antiárabe debería aparecer como la prioridad principal para cualquier persona justa. No debe llamar la atención que la tradición de izquierda denuncie hoy el sionismo, como lo ha hecho siempre. Y tampoco puede nadie asombrarse de que hoy defienda a los árabes y musulmanes de las discriminaciones y agresiones que reciben, tal como lo hizo en el pasado cuando los judíos eran las principales víctimas de ese tipo de ataques. El odio contra árabes y musulmanes es el nuevo antisemitismo.


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